jueves, 21 de mayo de 2015

1000 kilómetros de sur a norte

Cada vez que emprendemos un viaje, algo cambia en nosotros. Nos imaginamos lo desconocido y nuevo antes de hacerlo nuestro, viajar sin norte, es no tener un destino. 


Nuestro proyecto iba a recorrer 1.000 kilómetros de paisaje con el objetivo de trazar una línea  desde el Mediterráneo al Atlántico, en busca, no de un norte cualquiera, sino de Euskadi:

 "Los vascos son el pueblo que canta y baila a ambos lados de los Pirineos" (Victor Hugo).

El auténtico viajero, no el turista, es el que va haciendo camino. Nosotros dejamos Andalucía atravesando Despeñaperros, la meseta se nos presentaba plana e infinita. Los montes de Toledo, el río Tajo, las Sierras de Guadarrama y Somosierra. Recordamos los Campos de Castilla" de nuestro paisano Antonio Machado: 
El Duero cruza el corazón de roble
de Iberia y de Castilla.
Cuando viajamos, ganamos en experiencia, en vivencias personales, maduramos, crecemos... El tiempo se transmuta, se relativiza:
 ¡Qué importa un día! Está el ayer alerto
al mañana, mañana al infinito,
hombre de España, ni el pasado ha muerto
ni está el mañana -ni el ayer- escrito.




No es sólo un desplazamiento físico, es también un viaje al interior de cada uno. Sentimos el paisaje y lo convertimos en vivencia. Llegamos a Burgos y entrevemos las torres de la más francesa de todas las catedrales góticas.


Un saludo en nuestra llegada al País Vasco

 El paisaje vasco nos recibe... tiene el color verde lluvia, sus frondosos bosques y el agua que rezuma por doquier son los hacedores del milagro. Arboledas y pastos acostumbrados a verse cubiertos por amaneceres nebulosos. 



Tras el cansancio... la emoción sólo se puede explicar con la foto de grupo en Lezo.
Y con el siguiente vídeo:


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