El objetivo que se perseguía al construir el
Puente de Vizcaya era unir las dos márgenes de la desembocadura del Nervión sin
entorpecer la navegación.
El diseño fue obra de Don Alberto Palacio
Elissague, conocido también por su participación en la construcción del
Palacio de Cristal del Parque del Retiro, en Madrid. El ingeniero francés Don
Ferdinand Joseph Arnodin se hizo cargo de la construcción de la obra, y el
empresario textil bilbaíno Don Santos López de Letona fue el principal valedor
y financiador del proyecto.
El Puente Vizcaya fue el primer puente
transbordador construido en el mundo de estructura metálica. Está situado en la
boca del río Ibaizabal, en el punto en el que el estuario navegable de Bilbao
se abría al mar hasta el siglo XIX. Se inauguró el 28 de Julio de 1893 y fue
diseñado para enlazar con su gran cuerpo de hierro las localidades de
Portugalete y Getxo, una orilla rocosa y escarpada y otra baja y arenosa.
Cuando se construyó consiguió facilitar las comunicaciones entre estas dos
pequeñas poblaciones balnearias veraniegas sin interrumpir la navegación de uno
de los puertos fluviales con más activo tráfico naval de Europa.
El Puente Vizcaya fue el resultado genial de la
fusión de dos innovaciones tecnológicas diferentes: la moderna ingeniería de
puentes colgados de cables, desarrollada a mediados del siglo XIX, y la técnica
de grandes vehículos mecánicos accionados con máquinas de vapor.
No obstante, cuando el arquitecto vizcaíno Don
Alberto Palacio y Elissague comenzó el desarrollo del proyecto para la
construcción de un sistema que uniese las márgenes de la desembocadura del
Nervión, realizó un minucioso trabajo, analizando prácticamente la totalidad de
las opciones disponibles en la época: transbordador sobre carriles, barcazas y
gabarras flotantes y todo tipo de puentes: giratorios, levadizos, basculantes,
submarinos, elevados, etcétera.
Todos ellos fueron descartados tras su análisis
técnico, hasta llegar a la invención del que bautizó como Puente Transbordador
Palacio. Su diseño cumplía con todas las exigencias necesarias, esto es, la
posibilidad del traslado de pasaje y carga, que no dificultara la navegación,
que tuviera un coste de construcción razonable y que garantizara un servicio
regular.
Vídeo en el interior del transbordador del Puente de Vizcaya
Comenzó pues la historia de un símbolo. Una
maravilla de la ingeniería de su tiempo, un sueño de hierro laminado que se
convertiría en el símbolo de toda una comarca, de todo un pueblo.
Tres proyectos distintos verían la luz antes del
definitivo. El proyecto final descarta el empleo de cables como carriles
(estilo telesférico) y se decanta por una estructura basada en dos vigas
horizontales que soportarían los carriles, apoyadas sobre cuatro pilares o
torres asentadas en los muelles de ambas márgenes.
El Puente Vizcaya es uno de los grandes
monumentos de la Revolución Industrial y uno de los pocos supervivientes
representativos de aquella era. Durante la segunda mitad del siglo XIX el
hierro era considerado el más poderoso símbolo del progreso de la Historia, era
el material con el que se construían las máquinas, los barcos, los
ferrocarriles, las grandes cubiertas y las torres como la de Eiffel, las
enormes salas de Exposiciones Universales y, sobre todo, los nuevos puentes de
Europa y América cada vez más esbeltos y audaces.
A finales del siglo XIX, la ría de Bilbao vivió
la Revolución Industrial como un periodo de extraordinaria actividad económica,
vinculado a la explotación masiva de un rico filón de hierro de más de 25
kilómetros de longitud en las minas de Vizcaya. Era el mismo mineral con el que
España había transformado a los pueblos de su imperio colonial en el pasado,
pero ahora sometido a exportación y elaboración industrial, y dio lugar a un
asombroso florecimiento de compañías mineras, sociedades navieras, empresas
siderúrgicas, bancos, etcétera. El Puente Vizcaya fue considerado desde el
primer momento como el arco del triunfo de esta naciente civilización
industrial.
El 28 de julio de 1893
se inauguraba el Puente Colgante, un transbordador que unía las poblaciones de
Las Arenas, en la margen derecha de la ría de Bilbao, y Portugalete, en la
margen izquierda. La mole de hierro, testimonio soberbio de la importante
industrialización vizcaína de finales del siglo XIX, desafiaba el temporal de
ese día. Sus 400.000 remaches sobre piezas de acero y sus 4 torres de 51 metros
de altura –dos en cada margen– resistían los golpes del viento, ayudadas por 8
cables metálicos. Un tablero de 160 metros de longitud, que se alza a 45 metros
de altura sobre el estuario uniendo los dos núcleos de población, simbolizaba
el triunfo del hombre y su tecnología sobre la adversidad de la naturaleza y
sobre la dificultad de levantar una obra faraónica.
La barquilla de transporte llevó gente durante
todo el día tras la misa celebrada a bordo para bendecir la obra. Disfrutaban
del nuevo monumento sin saber que se convertiría, con los años, en parte del
paisaje natural de la desembocadura de la ría de Bilbao. Una estructura que, a
excepción de la barquilla y algunos retoques en 1999 durante la última
remodelación, ha permanecido igual a lo largo de todo el siglo XX. Era el
primer puente colgante transbordador de todo el planeta.
La inauguración oficial del Puente Colgante de
Vizcaya tuvo lugar un 28 de Julio de 1893, tras algo más de tres años del
comienzo de las obras.
Comenzó con un banquete celebrado en un hotel de
Las Arenas, al que fueron invitadas todas las autoridades gubernamentales y
religiosas.
Una vez finalizado el ágape se celebró una misa a
bordo de la barquilla, tras la cual el sacerdote, párroco de San Nicolás de
Bari, en Algorta, bendijo el Puente.
Concluidos estos actos, los espectadores que se
agolpaban frente a la construcción rompen los controles e irrumpen en la
barquilla, que hubo que mantener en funcionamiento hasta el anochecer ante la
presión de los visitantes enfervorecidos.
El Puente Colgante de Vizcaya es sin duda la obra
más internacional de un hombre irrepetible, su diseñador Don Alberto de Palacio
y Elissague. Fue la primera construcción de sus características realizada en el
mundo.
La similitud constructiva con otros monumentos de
hierro contemporáneos de gran renombre internacional, como la Torre Eiffel, así
como la amistad personal entre ambos diseñadores (Eiffel y Palacio), también
contribuyó a la internacionalización del Puente Colgante, de menor grandiosidad
monumental pero de mayor utilidad práctica. En 2006 fue declarado Patrimonio
Mundial.
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